Es media mañana y en mi barrio se rompe la quietud habitual del domingo. La voz corre de boca en boca, el peculiar sonido despierta expectativas y preocupaciones-, también alegría entre muchos, pues ¡por fin se acordaron de nosotros!, es la voz popular.
Fumigan en el reparto de edificios ubicado frente a la piscina olímpica, hasta donde llegan aguas albañales y presuntamente potable, hay que hacer malabares para cruzar la acera, desde la calle cualquier vehículo puede provocarle un baño no deseado, ya la gente no cree ni en unos y otros, pasan a velocidad y usted bueno, ya sabe.
El enyerbamiento es evidente. Crece cualquier tipo de plantas en los alrededores de los edificios, son espacios comunes, esos que no tienen dueño y a la gente poco importa echar basura desde cualquier piso que dejar que la yerba robe espacios allá quien viva en el primer piso parece ser el razonamiento general.
Fumigan en el barrio, esa es la noticia, son tiempos de dengue, oropouche y otros demonios. Uno escucha decir que este, el otro o aquel andan matungos, que no se pueden levantar de la cama, que tienen dolor de cabeza, mareos, vómitos, diarreas, fiebre nos hemos acostumbrado a convivir con este asunto, como con los apagones, frecuentes en el área, dividida en dos circuitos: cuando falta la corriente en uno, el otro no recibe agua, cuando falta la corriente en el otro, nos quedamos sin servicio telefónico, pero tenemos agua, el agua que corre por doquier frente a la bodega hay una suerte de pantano y con conocimiento de causa le digo que los mosquitos le dan un cierre a cualquiera que vaya a buscar los mandados y el peligro aumenta, está latente, preocupa, pues se sabe que estos insectos son los trasmisores de las arbovirosis.
Los desechos sólidos sin recoger vamos, que también se echan fuera de los depósitos o en cualquier otro lugar, que la indisciplina es generalizada. Claro, que el asunto de fumigar es responsabilidad de Salud Pública, todos concordamos en eso, pero y la responsabilidad individual a quién se la dejamos, esa que ahora mismo nos complica la vida y de qué manera.
Ya mis vecinos comentan que vendrán hoy domingo a fumigar y luego desaparecerán -que la inconformidad también nos corroe por estos días aunque quizá no dejen de tener razón. Yo, cámara de celular en mano me pongo a dejar constancia del lugar en que vivo con la discreción” que me otorga mi oficio: ¡Oiga periodista me grita alguien desde un balcón- por fin se decide a hacer algo por el barrio.
Y no será mejor que entre todos higienicemos el sitio donde vivimos, que con delegado del Poder Popular, Presidente de Consejo Popular o presidente de CDR y secretaria general de la FMC al frente nos propongamos sanear la comunidad es que no hace faltan, incluso, los llamados factores, siempre hay en cada edificio un líder comunitario.
Les dejo evidencias de mi barrio y me pregunto: ¿cuántos estarán en la ciudad o en la provincia en similares o peores condiciones? ¿qué ha pasado con nuestras vidas, nuestras conciencias, nuestro deseo de vivir mejor? No todo es culpa de las instituciones, hay que compartir los problemas para buscarles solución, no dejemos que los demonios se adueñen de nuestra existencia.
Dengue, oropouche, demonios
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