Katiuska González espera con ansias un besito de su bebé de siete meses. Oliver Gabriel González Moncada no gatea, no aplaude, no se
sienta, no levanta la cabeza ni tiene fuerza muscular como el resto de los niños de su edad. Este pequeño padece, entre otras afecciones, síndrome de Down. Tras el diagnóstico los médicos fueron precisos: «Mamá, él necesita estimulación temprana para su evolución».
Con esas recomendaciones ambos fueron hasta la Sala de Rehabilitación Integral (SRI) Eduardo Gallego Mancera, en la Parroquia El Valle, donde actualmente se atienden de manera mensual unos 200 venezolanos.
Hasta allí llegó Oliver Gabriel con las capacidades psicomotoras de un niño de un mes. «Luego de unos 30 días de rehabilitación ya consigue voltearse por sí mismo y reacciona correctamente al reflejo del paracaídas, aunque aún no tiene buen sostén cefálico. A pesar del poco tiempo que lleva en la sala ha evolucionado satisfactoriamente», asegura la doctora cubana Yarianna Guillén.
Pareciera que en este pequeño ha obrado un milagro, sin embrago, la especialista afirma que los notables avances son únicamente «resultado del amor, la dedicación y todas las técnicas usadas. De esa manera podemos lograr infinidad de cosas, no solo con los niños, sino con todos los pacientes de manera general».
La atención que brindan los médicos de la Isla en los SRI es de los servicios con mayor afluencia de pacientes. De ahí que en este país suramericano existan 586 centros, distribuidos en todos los estados, incluyendo las zonas fronterizas, selváticas y de difícil acceso.
«Dentro de cada sala se prestan ocho servicios con el fin de mejorar la calidad y expectativa de vida de la población. La atención esmerada y la posibilidad de contar con todos los métodos y medios terapéuticos traen como resultado que numerosos pacientes lleguen en busca de nuestros doctores», afirma el fisiatra Freddy Matos, asesor nacional de SRI de la Misión Médica Cubana en Venezuela.
Muchas de las personas que necesitan tratamientos en este tipo de instalaciones sufren el rechazo de su familia, terminan en la calle y frecuentemente quedan fuera de la sociedad por sus discapacidades. Conociendo esas características, los especialistas cubanos se empeñan en alcanzar con cada uno de sus pacientes un nivel óptimo funcional, tanto física como mentalmente, de manera tal que puedan llevar a cabo la mayor cantidad de actividades posibles.
Foto: Giráldez, Laura Mercedes
La doctora Yarianna Guillén confía en que en el futuro, la despedida de Oliver Gabriel del SRI será caminando. «Tiene buen brío», insiste.
Por su parte, con la esperanza fijada en los médicos de la Mayor de las Antillas, la mamá no pierde un día de rehabilitación. Se mantiene atenta a sus recomendaciones, aprende los ejercicios para luego hacerlos en casa, le agradece a Cuba y a su gente la voluntad infinita de hacer el bien por los demás y espera, ansiosa, el beso de su bebé.
Beso, espera, niño
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